Hay una prótesis tecnológica que habría que añadir al universo entero de la producción audiovisual, y a los sensores que actúan como detectores sensoriales de las máquinas y que formalizan representaciones del mundo visible. Estos son, en cierto modo, el complemento necesario de la motricidad del robot y del simulacro de intelectualidad del ordenador, en la tríada humana visión-acción-pensamiento. Según este esquema, nuestro Homo sapiens, en la versión evolutiva que haría del mono desnudo un simio informatizado, se originaría funcionalmente en el Homo sensualis (productor y lector de mensajes primero ¡cónicos y luego audiovisuales) y delegaría artificialmente sus funciones laborales musculares en el robot como simulacro del trabajo y en el ordenador.
Ponderando los dos extremos de esta cadena, es posible afirmar que hoy vivimos inmersos en la civilización de la imagen y de la informática, es decir, de lo sensorial y de lo intelectual, pues la fuerza bruta muscular (el robot) se instituye como subordinada en esta jerarquía, detrás de la cultura del ojo y del cerebro, ya que el hedonismo de lo ¡cónico -de lo concreto, de lo táctil- compensa o equilibra la expansión de la abstracción digital, que es conceptual e intangible.
En el trayecto de lo sensorial a lo intelectual, la computadora comparececomo un hito terminal, dotada de algunas ventajas literalmente sobrehumanas. Los flujos de información circulante nunca han estado mejor fijados, pues las memorias electrónicas son más fieles y más amplias que las memorias humanas. Esto nos dice que es posible que el hombre entre en la era gloriosa en la que cederá sus funciones nerviosas prehumanas a la máquina.Veamos este ejemplo para una mejor comprensión: el concepto de biochip, que nacidos de la colaboración de la bioquímica, la ingenería genética y la electrónica, los biochips (o Molecular Electronic Devices) emplean material orgánico (cadenas proteínicas o enzimas) para la fabricación de circuitos integrados, en sustitución del silicio. Un ordenador orgánico sería entonces una macromolécula dotada de memoria, cuya estructura química es capaz de adoptar dos estados eléctricos diferentes, que representan un valor binario (0 ó 1), con lo que se podría instrumentalizar la memoria genética de las células vivas, que contienen millones de veces más datos que un chip de silicio tradicional. Con ello, la producción humana de un "Otro" artificial, hecho ya de materia viva, habría dado un verdadero salto cualitativo.
Fuente: http://www.quadernsdigitals.net/index.php?accionMenu=biblioteca.VisualizaLibroIU.visualiza&libro_id=262
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