Las máquinas

Las máquinas son extensiones físicas del hombre. Pero también pueden ser contempladas como "Otros" artificiales, más o menos antropoformizados y producidos por el hombre, lo que es muy obvio en el caso de los robots y de los ordenadores. A estas máquinas, con­cretamente, se las ve a veces como una parte delegada de nosotros mis­mos, un doble o un siervo emanado de nuestro propio Yo, como un herma­no laborioso escindido de nosotros y puesto a nuestro propio servicio. Natu­ralmente, es posible efectuar una lectura psicoanalítica de esta delegación fraternal. Así, por ejemplo, al examinar la fantasía universal de tener un her­mano gemelo, Melaine Klein escribe: "Según la hipótesis de Bion, esta figura gemela representa a las partes no comprendidas y escindidas y apartadas que el individuo anhela recuperar, con la esperanza de alcanzar la totalidad y una comprensión plena".

Esta hipótesis también explicaría el difundido sentimiento de soledad en la sociedad tecnológica avanzada, en la que el Yo aparece fragmentado en diversos objetos externos y especiali­zados en las varias funciones de tal Yo.

Las máquinas, esos "Otros" artificiales producidos por el Homo faber, son hijos de la ciencia (del conocimiento de la naturaleza) y generados por la técnica (o ciencia aplicada al control efectivo de la naturaleza). La voz grie­ga tékne significaba técnica, habilidad, arte y oficio, pero desde la Revolu­ción Industrial occidental se asocia específicamente a los procesos maqui­nistas, que culminan en la cibernética, y que forman al simius informaticus de nuestros días.
La máquina, que a veces aparece como un fetiche técnico antropomorfi­zado, o como una extensión física del hombre, o como un Otro mecanizado, es en realidad un mero producto material del trabajo humano racionalizado, con vistas a una economía del esfuerzo físico o mental. En este sentido, la historia de las tecnologías humanas ha tendido a avanzar paralelamente con las máquinas auxiliares para el esfuerzo físico (rueda, palanca, máquina de vapor, motor de explosión, robot) y las técnicas de auxilio para el esfuerzo intelectual y el conocimiento (escritura, numeración, imprenta, telescopio, computadora). Lo que ha ocurrido -y no estaba previsto- es que la má­quina ha reemplazado masivamente al hombre, más allá de lo que pudo pensarse en los inicios de la Revolución Industrial, hasta evacuarlo de mu­chos procesos de decisión, de producción y de interacción humana, gene­rando en ocasiones una nueva patología social.

En este sentido, el hombre no ha hecho más que reproducir, de modo inconsciente hasta la ci­bernética, los mecanismos fundamentales de la materia viva, aunque, la vida tiene su finalidad en ella misma, que es la de mantener su estructura, mientras que la máquina posee una finalidad de­finida por el hombre: es programada por él .

La vocación demiúrgica del hombre, que inventó sus cosmogonías con el Jehová hebreo o con el Cronos griego, como generadores fundacionales de universos, se reprodujo de nuevo en su calidad de inventor de universos ¡cónicos (por medio de la imagen fija primero y móvil después) y por fin como constructor de dobles físicos de función motriz y laboral (robots) y mentales (ordenadores) de sí mismo, culminando así el proceso de genera­ción de dobles.

Fuente: http://www.quadernsdigitals.net/index.php?accionMenu=biblioteca.VisualizaLibroIU.visualiza&libro_id=262

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